Fueron cuatro días intensos y llenos de emoción, viviendo el torneo de Jenga en los descansos del colegio. Cada partida fue una mezcla de nervios, risas y tensión, porque con cada bloque que se movía todo podía cambiar en un segundo. Ver a tantos equipos participando y apoyándose unos a otros hizo que el juego se sintiera aún más especial, como si no fuera solo un torneo, sino un espacio para compartir, disfrutar y demostrar destreza. Al final, más que ganar, lo que quedó fue la experiencia de esos momentos únicos que hicieron del descanso algo diferente y memorable.
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